¿Cuánto tiempo hace que se dedica a la fotografía como profesión?
Desde el momento en que miré por el visor y al encuadrar ese momento, supe que un largo camino me estaba esperando. No hay una fecha cronológica exacta que marque mis inicios, sino, una manera de expresar lo que en esa década, rodeaba mi entorno diario. En el 92 comenzó realmente la pasión por la fotografía, convirtiéndose en profesión.
¿De dónde viene su vocación?
Pienso que del interés, la curiosidad sobre el mundo editorial. Ese hecho de estar observando los pies de fotos, el diseño, la composición. Despertó ese instinto en pretender retratar lo que tenía entre mis manos.
¿Cuál es el género fotográfico al que más se ha dedicado?
Es cierto que gran parte de mis obras son fruto del océano, pero nunca me he considerado un fotógrafo especializado o encasillado en un género en concreto. La vida nos ofrece constantemente situaciones muy variopintas como para centrarse en un tema de por vida. Considero la fotografía mi manera de entender cualquier momento, ya sea preparado o inesperado.
¿Cuáles considera que son sus referencias fotográficas?¿Quién o qué ha inspirado su forma de ver la fotografía?
Cualquier fotógrafo de la agencia Mágnum, Henri Cartier-Bresson, René Burri, David Alan Harvey.
Los retratistas Richard Avedon y Annie Leibovitz nunca han dejado de sorprenderme.
Entre los españoles siempre me ha encantado ver trabajos de Alberto García Alix, Isabel Muñoz, José Manuel Navia, Cristina García Rodero y Ramón Masats.
¿Recuerda su primera foto profesional?
Ese recuerdo es imborrable por varias razones. Tras realizar la sesión y elegir la diapositiva acertada que gustase a la revista, comprendí la responsabilidad que tiene el editor a la hora de seleccionar si dicha imagen reúne lo que ellos buscaban.
Y por último, la sensación que tuve al recibir un sobre con el remitente de la revista, sin saber que medio espacio era mío. Esa satisfacción, fue crucial en mi carrera.
¿Recuerda cuánto le pagaron por ella?
1.700 pesetas. Teniendo en cuenta el tamaño al que fue publicado, media pagina, en un especial fotográfico, fue un cruda realidad de como era la situación editoral en el mundo del surf.
¿Cuáles son las ventajas que encuentra en la fotografía digital?
Como es obvio la rapidez en saber si uno tiene los resultados y la calidad de la digitalización.
¿Qué echa de menos de las analógicas?
El haber perdido el entusiasmo cada vez que iba al laboratorio a recoger las cajas de las diapos. Y por supuesto, los materiales tanto de las lentes como de los cuerpos. Antes de la era digital, se fabricaban más robustos y con un mejor acabado.
¿Qué piezas de su equipo valora más?
La lente 50mm manual 1.2 Nikon, la camara de gran formato 8x10 Deardorff, La Leica M6 y sobretodo la Hasselblad 503.
¿Qué foto le gustaría hacer que todavía no haya conseguido?
Sacarle un mayor rendimiento a los retratos con luz natural.
Seguiré en busca de la fotografía de calle. Encuentras tomas muy locas que hablan de nuestra sociedad. Unas calles llenas de historias, es lo que hay en cada instante de este planeta.
Principalmente me queda por hacer un camino interminable.
¿Qué destacaría con orgullo del mundo de la fotografía?
La libertad de expresión.
¿Qué le gustaría eliminar, si pudiese?
El no poder trabajar relajado por las calles como lo hacían en el siglo pasado, con total naturalidad y entrega de los ciudadanos.
¿Qué tres libros de fotografía nos recomienda?
A Photographer´s Life de Annie Leibovitz, René Burri Fotografías y In the American west de Richard Avedon.
Nos puede decir, qué exposición fotográfica de las que ha visto más le ha impactado…
National Geographic en el año 97. La sociedad ofreció una espectacular exposición alrededor del mundo, la cual, pude ver en S/C de Tenerife.
Por favor, explíquenos alguna anécdota curiosa que le haya ocurrido realizando alguno de sus trabajos.
Ese día se daban unas condiciones realmente excelentes para realizar tomas dentro del agua a los surfistas en Lanzarote. Estaba en la orilla, cuando de repente las olas empezaron a crecer y pensé que era el momento indicado para ir al agua e inmortalizar a los surfistas dentro de los tubos. Me puse el traje, metí la cámara dentro de la carcasa y en diez minutos estaba debajo del temido tubo del Quemao. Estaba colocado debajo del labio, en la zona de alto impacto, cuando después de una hora me doy cuenta que la cámara estaba apagada. Nunca había salido con tanta rapidez del agua. Abrí la carcasa, encendí la cámara y volví a entrar, pero a mitad del camino salían los mejores. Ellos creían que el trabajo estaba más que hecho...
Sentí mucha impotencia, vergüenza y decepción por no poner toda mi atención mientras preparaba el equipo. Fue el día en el que sabía que podía arriesgar en la peligrosa ola del Quemao, pues en la mayoría de sesiones esta ola no da las posibilidades de estar con un ojo de pez. Fue un grave error, que pague muy caro.
¿Hacía donde cree que camina la fotografía?
Al mismo lugar de origen, hacia la sensibilidad y el amor.